Cien razones para amarte XCVI
Esta es la Nonagésimo sexta entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.
“La vida es un cÍrculo.
Thornton Burgess
el final de un viaje es el comienzo del siguiente”
Dos gorilas, una cebra y un inspector de policía camuflado de armadura medieval. Los carabinieri y la gendarmerie persiguiendo a flemáticos caballeros ingleses amigos de lo ajeno por las calles de un pequeño pueblo italiano. Un paisano algo achispado, recién exiliado de una trattoria, atrapado en medio de una surrealista persecución motorizada. Gorilas para arriba, policías para abajo, cebra por un lado, Clouseau por el otro. Y en medio de todo el lío, una rotonda. Una escena desternillante dentro de una película tronchante. Una de las mejores y más divertidas persecuciones en coche de la Historia del cine. Ni Fast & Furious ni ostias. Gracias a los gorilas, a la cebra, al inspector, al paisano y a la rotonda. Rotonda con fuente, por cierto.
Las rotondas. Últimamente florecen como las setas en otoño. Las ciudades han cambiado sus grandes avenidas rectas y sus semáforos en los cruces por plazas rodeadas de asfalto incitadoras al ceda el paso, al giro de volante y a la intermitencia de salida que casi nadie marca. Y Alcalá de Henares no es una excepción, más bien un caso extremo de esta tendencia. Para bien o para mal. Todo el mundo opina. Star Trek o Star Wars, Cola-cao o Nesquik, amnistía sí o amnistía no. Pues con las rotondas lo mismo. A mí me gustan, si no todas, casi.
Dejando aparte consideraciones sobre si agilizan o no el tráfico, en principio para eso están, aunque hay alguna que telita, métete en hora punta en la de la vía Complutense a la altura de la Cruz Verde o en la de la carretera de Meco, o de sí son más seguras porque obligan a los coches a ir, en teoría, más despacio, yo soy un ferviente partidario de las rotondas. Por cuestiones estéticas, pragmáticas, simbólicas y metafísicas. Y por llevar la contraria a mis amigos de vino matinal dominguero que, aunque fuera sólo por denostar al equipo de gobierno municipal que puso la última hornada, se les ve el plumero ideológico, a mí también, al otro extremo, pero nos lo respetamos, despotricaban sobre la inadecuada e indiscriminada implantación de glorietas urbanas.
¿Me vas a comparar la triste apariencia de una calle recta decorada únicamente con señales de tráfico y algún pobre árbol a los lados, enfermo por la polución generada por el humo procedente de los tubos de escape, con la belleza geométrica de una rotonda ornamentada con fuente de agua, estatua conmemorativa o escultura alegórica? Eso cuando no llega la Navidad y se trasforman en escenarios de renos iluminados, bolas gigantes de colores o estrellas guiando a magos de Oriente. ¡Vamos, dónde va a parar! Tal vez en otras ciudades en las que simplemente plantan unas flores o un poco de césped, a veces incluso artificial, no se note tanto la diferencia. Pero en Alcalá podemos presumir de tener algunas glorietas que engalanan aún más si cabe una ciudad ya de por sí extremadamente bella gracias a su monumentalidad histórica.
Hay tantas que llevaría muchas páginas hablar de todas. Resumiré, mis favoritas. Arbitrariedad absoluta, en lo estético y en lo sentimental. Y para empezar la del Aguador. Mi preferida, la rotonda de la fuente del burro, un poco por afinidad zoológica diría mi mujer haciendo un chiste fácil, por lo tonto que soy a veces supongo, no me voy a engañar suponiendo que se refiere a cierta parte anatómica. Total, da igual, porque en realidad es una mula, la de la fuente digo, no mi mujer. Con la calle Colegios a su izquierda, el AGA a la espalda, y mi barrio a su derecha. Y de frente, el colegio Cervantes, cuántos recuerdos de la infancia de mi hija, cuántos momentos atesorados que se han trasformado en añoranza. Pura alegoría, pareciera que la mula camina hacia la escuela, recordándome las viñetas de Escobar con Zipi y Zape castigados en el aula con las orejas de asno en la cabeza. A veces me desvío intencionadamente con el coche sólo para rodearla, evitando atajos que ahorrarán tiempo, pero eluden regocijo. A su autor, Pepe Noja, recientemente fallecido, aparte de impulsar la creación del museo de escultura al aire libre, también le debemos la decoración de otras dos rotondas bastantes concurridas de nuestra ciudad, la de Manuel Azaña y la del nudo anti machista en la Vía Complutense.
De la mega bandera en el Chorrillo no voy a comentar nada, que ya me hago suficientes enemigos de palabra cara a cara como para buscármelos también por escrito. Mejor hablemos de deporte, en general, sin nombrar colores, ninguno como el rojiblanco, para evitar conflictos. Al ladito de mi casa, la rotonda de la Plaza de la Juventud. Con su monumento, dedicado por Alcalá a todos sus deportistas. Gracias por lo que me toca, que aunque un par de niveles por debajo de amateur, alguna gotita de sudor he destilado jugando al fútbol, dando zancadas por la ciudad e incluso sumándome a la moda del pádel, o intentándolo, con mi colega Jaime y nuestras respectivas vástagas. ¿Más rotondas? Una muy recientita, la del cruce de la avenida Lope de Figueroa con las calles Santander y Luis Madrona. Me mola, por el icosaedro, si no he contado mal las veinte caras, que la decora, y por el tiempo que me ahorra en la ida y vuelta al curro desde que quitaron los semáforos. Algunas muy coquetas y en ocasiones algo complicadas de revirar, como las de Alonso Martínez con Juan de Austria o Lope de Figueroa con Juan de Soto. Y para terminar las que jalonan la Vía Complutense, con sus fuentes, sus quijotes y sus homenajes al gran Forges, que poco me parece, por muy fan que me haya declarado de las glorietas.
El círculo es perfecto. Es finito, todo se contiene en sí mismo. Es el alfa y el omega, frente a la línea recta, infinita, sin sentido, loca y aventurera. El círculo nos da la calma en un Universo que necesitamos cerrar para entenderlo, que tenga un final. Es continuo, simple, completo, y como las rotondas nos devuelve siempre al principio, a nuestro hogar, a nuestros amigos, a nuestra familia. Ayuda mucho si te has olvidado el móvil o las gafas en casa. Por eso me encantan las rotondas, es como si dieran una segunda oportunidad, tan esféricas, tan redondas, tan entusiastas del 3,1416 , nuestro pi de toda la vida, anda que no ha dado para chistes y teorías masónicas conspiratorias. Aunque algunos ingenieros se hayan empeñado en conseguir con sus diseños la cuadratura del círculo. Da Vinci quiso inscribirlo en un cuadrado en su Hombre de Vitrubio y para mí que hizo todo lo contrario. El hombre atrapado en la geometría. Una geometría simbólica en la que el cuadrado simboliza la materialidad, lo mundano, y el círculo la espiritualidad, lo universal. Alcalá de Henares es como el Hombre de Vitrubio. En ella se mezclan lo terrenal con lo eterno, lo tangible con lo etéreo, el día a día con la inmortalidad. Por eso adoro esta ciudad, porque la vivo y la disfruto cada instante, y sé que así será una y otra vez, por toda mi finita eternidad, como en un círculo cerrado, como en una rotonda, como en la vida misma.
“Bienaventurado el que habla en círculos
Frank Dane
porque se convertirá en una gran rueda “
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