Juventud, ¿divino tesoro?

Cien razones para amarte LXXXIV

Esta es la Octogésima cuarta entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.

“Tal vez algún día dejen a los jóvenes

inventar su propia juventud”.

Quino

Son las 12 de la mañana de un invernal día de diario en el barrio del Val de Alcalá de Henares. Accedo al edificio que se encuentra en su homónima plaza y lo que veo me lleva a confusión. Salgo y miro hacia el letrero que se suspende sobra la puerta principal. Aunque la perspectiva no es muy buena debido a las obras de reacondicionamiento que tienen lugar en la plaza la información que me trasmiten las letras de colores es clara y no deja lugar a la equivocación. Casa de la Juventud. Vuelvo a acceder. El desconcierto y la perplejidad nublan mi ya de por si limitada capacidad de raciocinio. Una escasa multitud de en su mayoría señoras en edad ya no de tanto merecer, el término ancianas o viejas se me antoja un pelín cruel e inexacto, deambula por el hall y los pasillos en busca de sus aulas de pilates o yoga. La otra mitad, la de la mayoría masculina, dedican la espera a aconsejar a los obreros de la reforma exterior cómo llevar a cabo sus faenas de forma correcta, codo derecho sobre valla amarilla y mano izquierda a la espalda con periódico de complemento. ¡Que no estáis haciendo bien la mezcla del hormigoooon! ¡Si es que ya no se hacen las cosas como antes! Esto me cuadra más. Pero lo de dentro… Vale que la juventud es un estado de ánimo, y que un espíritu joven dura para toda la vida, pero igual entonces deberían plantearse un cambio de nombre, algo más apropiado, no sé, por dar ideas, dejémonos influenciar por Oscar Wilde, ¿qué tal Casa de la Eterna Juventud?

Yo debería ser el que menos hablara. Ya cuarentón de barriga prominente y azotea despejada, pasé durante un curso un par de tardes semanales junto a mi chica dándole a la cadera en unas clases de baile de salón a las que mi sentido del ritmo hacía poco menos que faltarles al respeto. Esperanza, Rodrigo, aceptad con algo de retraso mis más sinceras disculpas. Mis pasos de baile le hicieron a la bachata lo que la música militar le ha hecho a la música, y la salsa y el merengue contrataron un abogado para solicitar contra mí una orden de alejamiento. Pero me dio lo mismo. Porque aun así podía presumir de ser el más joven de la cuadrilla. Todas querían bailar conmigo, aun a riesgo de poner en peligro sus ya delicadas caderas. ¡Qué audaz era entonces! La audacia de la juventud. Una juventud de cuarenta tacos. Una enfermedad que antes se curaba con el tiempo. Pero ahora ya no.

Porque ahora la juventud dura casi hasta que nos jubilamos. Con cincuenta años seguimos saliendo de copas, vistiendo cazadoras de cuero y vaqueros ajustados, haciéndonos tatuajes y piercings, yendo a conciertos de rock y corriendo medias maratones. Cuando yo era joven eso era impensable. Lo más que veías bailar a tus padres y tíos, imágenes por desgracia imborrables, era en nochevieja o en las bodas de tus primos, copa de coñac o cava y puro o cigarrillo Lola en mano, y a lo mucho y si hacía bueno salían a tomar el vermú los domingos después de misa. Y los pantalones, de pinzas, y las blusas, con hombreras, como mandaban las buenas costumbres. Nuestra generación no renuncia al ocio y la diversión, lo cual está muy bien, carpe diem. Pero de ahí a considerar que todavía somos jóvenes… Maduritos con ganas de juerga, no les robemos su momento a nuestros hijos. Ni su casa, que no es que precisamente les sobren los espacios como para que encima vayamos los viejales a ocupárselos.

En la Casa de la Juventud mi hija, siendo niña, estuvo durante varios años dando clases de baile. De nuevo un anacronismo temporal, porque si bien es cierto que cuando las dejó ya estaba si no en plena sí muy cercana a la adolescencia, desde luego aún le quedaban unas cuantas primaveras para formar parte del estrato social de los jóvenes. Pero la verdad es que nos venía muy bien. Ella se divertía, gracias Sara por tu dedicación y cariño, lo teníamos justo debajo de casa y los precios eran bastante asequibles. Y una vez al año espectáculo en el Paco de Lucía, no había fregonas suficientes para recoger el babeo de abuelas emocionadas y madres orgullosas, que los padres y abuelos andábamos un poco mosqueados porque siempre coincidían las funciones, intencionadamente, seguro, con el partido de fútbol de nuestros equipos preferidos. Qué mal se nos da a los tíos priorizar algunas veces.

Llegados a este punto, aparte de niños, adultos y jubilados, ¿alguna vez alguien ha visto a un individuo de entre dieciocho y treinta años de edad en la Casa de la Juventud de Alcalá de Henares? Tampoco es cuestión de ser un cínico. Uno no, a catervas. Y haciendo muchas cosas diferentes. Danza, teatro, música, maquetas, cómics, dibujo, escultura, magia y un montón de actividades más. Una oferta de cursos y talleres que cubre un amplio abanico de cultura y entretenimiento. No está mal, creo que los jóvenes alcalaínos tienen bastantes opciones para dar rienda suelta a sus inquietudes, y pese a lo que puedan pensar muchos adultos de esos que creen que cualquier tiempo pasado fue mejor, gran parte las aprovechan. Abran paso señores, el futuro ya está aquí y viene dando caña. O nos apartamos o nos apartan. Ojalá.

¿Qué perteneces a una asociación y necesitas una sala para hacer una reunión? Pues en la Casa de la Juventud te la dejan. ¿Qué en tu bloque queréis celebrar la junta ordinaria de la comunidad de vecinos? Pues pídelo con tiempo y ahí tienes el salón de actos. ¿Qué tal organizar un concierto de blues con charlita explicativa previa? Sin problema, sólo tráete los instrumentos y los altavoces. ¿Y si lo decoramos todo y montamos una casa del terror en Halloween? Pues a cagarnos de miedo toca, no hay chuche que te libre de esta. Igual si pintas o te dedicas a la fotografía hasta te dejan que expongas tus obras en el hall. ¡Coño, esto más que un espacio para los jóvenes parece una navaja suiza! Y si en verano no tienes con quien dejar a los peques por culpa, perdón, me corrijo, a causa del trabajo, pues allí te los cuidan mientras se divierten. Allí no, aquí, usemos los adverbios debidamente, que es parte de mi calle, de mi barrio alcalaíno a cinco minutos andando del centro y a dos zancadas paseando del campo. El mejor barrio de Alcalá. A las pruebas me remito.

“No basta con ser joven. Es preciso estar borracho

de juventud. Con todas sus consecuencias”.

Alejandro Casona

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