¿Te puedes creer que voy a una visita guiada por Alcalá y van y se me presentan Doña Inés y Don Juan Tenorio?

Cien razones para amarte LXXXI

Esta es la Octogesima primera entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.

“y Dios concedió a mi afán
la salvación de don Juan
al pie de la sepultura.”

Don Juan Tenorio

El nombre de la actividad ya debería haberme dado alguna pista. Dejaba bastante claro por donde iban a ir los tiros. Una visita teatralizada por el casco histórico de Alcalá utilizando el Don Juan Tenorio como excusa para mostrar la ciudad y hablar de su Historia, sus ilustres personajes y algunos de sus monumentos y edificios más representativos. Pero ni de lejos imaginé que iba a gustarme tanto. Después de todo, tras más de ochenta razones para amar Alcalá, con su investigación previa tanto bibliográfica, como informática, como, y esta es la más recomendable, presencial, no es por ser presuntuoso, pero poco o nada nuevo, por muy bueno que fuera, que lo era, podía aprender del avezado cicerone turístico que hizo también las veces de maestro de ceremonias. Pues alguna cosilla aprendí, y ahí, sobre el terreno, palpando, escuchando, observando y hasta oliendo y saboreando, con los cinco sentidos, que es como se gozan de verdad las cosas. Alta cocina de autor.

Pues eso, que no es que me gustara, es que lo flipé. Desde el principio. Frente a todo un símbolo de la ciudad, la pila bautismal donde Miguel de Cervantes recibió el sacramento del bautismo un 9 de octubre de 1547, empezó un espectáculo que me llevó por las edades de Don Juan, y aun mejor, que a fin de cuentas ella es la verdadera heroína de la historia, por las de Doña Inés. Entre rasgueos de guitarra, palmas y versos se dieron a conocer los personajes de un viaje que apenas duraría dos horas, y digo apenas porque no me hubiera importado que durara diez. En el corazón de la Capilla del Oidor una alegórica corbata enlazó mi gaznate con los de toda una cuadrilla de peregrinos complutenses que, auricular en oreja, abrigo bien cerradito y vaho delator de escasita temperatura, siguió los pasos de nuestro locuaz lazarillo hasta las ruinas de la antigua iglesia de Santa María donde, sobre los delatores basamentos de un pasado más erguido trasfigurados en tablados de la más romántica de las tragicomedias hispánicas, a ritmo de verso y de chanza el uno presumía de hazañas que más bien eran villanías, y la otra le ponía en su sitio dejándole bien clarito que de fanfarrones están llenas las tabernas.

La Plaza Cervantes. La estatua de Don Miguel. Punto de encuentro de quedadas para cañitas, tapeos o cenas de postín. Lugar de cita de jóvenes enamorados o aun por enamorar, con su recién despertada lívido y hormona a flor de piel. Juanito e Inesita lanzándose entre juegos inocentes miradas de complicidad y sintiendo con un simple roce de sus manos el chispazo de la electricidad todavía no inventada recorriendo sus cuerpos. Esa sensación nunca vuelve a repetirse, la de enamorarse por primera vez. No hay felicidad más pura que la de ser correspondido por ese primer amor ni desdicha más real que la de ser rechazado. Y en el fondo, las dos sensaciones, por sentidas, son muy hermosas.

Avancemos. Las calles Mayor, Imagen y Santiago nos llevan hacia la edad adulta. Ojalá el camino de la vida fuera tan idílico. Sería una bonita metáfora. En la Plaza de las Bernardas, ante la atenta mirada de Catalina de Aragón, una mujer a la que ni el mismísimo Enrique VIII de Inglaterra se atrevió a cortar las alas, no digamos ya la cabeza, Don Juan intenta seducir a alguna Dama de la comitiva y Doña Inés reclama una atención que bien merece, pues no hay doncella más hermosa en toda la comparsa, aunque también es posible que no haya doncella más doncella. ¡Qué difícil es amar a quien no lo merece! Y no, no es romántico, no es poético, ni bucólico ni novelesco. No se puede amar a cualquier precio. Eso es dejar de amarse a uno mismo.

La casa de la entrevista. ¡Mentira! Para mí, a partir de ahora, la casa de Don Juan haciendo de Segismundo. Un poco bastante demasiado sobreactuado, ahí estaba el punto. La casa de los amores que pudieron ser y no fueron. Por miedo, por cobardía, por orgullo. La casa de los caminos que no recorrimos y de las decisiones que no tomamos, la de la madurez que añora un pasado que no existió y que siempre creemos que hubiera sido mejor que el que tuvimos. La casa de la mentira. Pajas mentales las justas. Y a otra cosa mariposa que me esperan a los pies de la muralla.

Arrepiéntete Don Juan, que el fantasma del Comendador viene a buscarte y si no te arrepientes no habrá para ti salvación. Ni el amor de Doña Inés podrá redimirte sin un acto de contrición. Lo hiciste, tendrás tu oportunidad en el purgatorio, a pesar de haber sido el más canalla de los truhanes y el más ruin de los bandidos. Y lo hiciste por miedo. Ni siquiera por amor, cobarde, al igual que lo hicieron el Burlador de Sevilla de Tirso de Molina o tus homónimos de Byron y Moliere. Sólo Espronceda tuvo agallas de condenar a su Estudiante de Salamanca a la perdición eterna. ¿Es tal vez por eso mi preferido? No, mi preferido es con el que he callejeado Alcalá esta noche. Con sus partes fieles al texto y sus trocitos inventados. Con sus actores profesionales y sus figurantes amateurs, que te he visto Ángela, ánima encapuchada número tres. Con los profesores entusiastas y los estudiantes ilusionados de una escuela de teatro que responde al nombre de GeneraciónARTes, y no pudieron encontrar nombre más apropiado, porque sin duda arte es lo que hacen. ¡Ay mi Doña Inés, de tu voz me he enamorado, y de toda tí, con un amor incontrolado! ¡Ay Don Juan, ojalá tuviera tu presencia y gallardía, y tu gracia, pirata, que bien hablas, que bien recitas!

Si Zorrilla viviera hoy en día sin duda haría discurrir la trama de su Don Juan en Alcalá de Henares en lugar de en Sevilla. Palacios hay a los que subir, y claustros a los que escalar. Justicia que burlar y razón que atropellar. Lo que no hay es río por el que navegar con barco en el que huir, que el Henares por mucho que lo limpien no es el Guadalquivir. Pero no creo que haya otra ciudad en el mundo, ni siquiera en la Sevilla donde trascurre la obra ni en la Valladolid donde nació su autor, en la que se le rinda un homenaje tan bello como el que se le hace aquí cada año la noche en que recordamos a nuestros muertos como excusa para celebrar la vida. Y por si fuera poco, este año, con Las Edades del Don Juan, pues hemos tenido secuela. Que bien merece convertirse en tradición. Ojalá dentro de veinte años pueda decir con orgullo yo estuve la primera vez que se representó. Que el tiempo le otorgue el derecho, que yo le he concedido unilateralmente, convencido de no equivocarme, a ser una de las cien razones por las que todos debemos amar Alcalá de Henares.

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