Cien razones para amarte LXXVI
Esta es la Septuagésimo sexta entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad. Las fotografías que acompañan esta entrega son obra de la mirada desde el objetivo de su cámara de Carolina Delgado
Si Cervantes, hoy, hubiera sido tuitero:
Antonio Fraguas de Pablo “FORGES”
“Un tío loco y su amigo paleto salen de marcha;
No ligan; apaléanlos; la lían parda y cuando al tío le vuelve la olla,
La palma … pero aún vive”
Mucho cuidado con el humor, puede ser un arma muy peligrosa. Hace pensar sin que te des cuenta, porque, al fin y al cabo, todos pensamos que una gracia no es más que una gracia. En teoría. El humor siempre ha sido el mejor mecanismo para hacer crítica saltándose la censura, y para decir verdades dolorosas que parecen inocuas tamizadas por el hilarante velo de la socarronería. Sólo hay que ver las películas de Berlanga durante la dictadura para darse cuenta de que es así, aunque también ayudaba bastante la evidente estupidez de los censores de la época. Con su afán de salvaguardar la virtud moral y católica de los españoles convirtieron, por poner un ejemplo, un indecente adulterio en un pecaminoso incesto en la película Mogambo. Y se quedaron tan anchos, más que nada porque ni se dieron cuenta. No hay lanzas más afiladas que la ironía y el sarcasmo para derribar los muros de la ignorancia, ni proyectil más hiriente que un buen chiste para poner en evidencia las carencias de aquellos que abusan de su poder sin disimular su arrogancia. Como decía Winston Churchill, “una broma es una cosa muy seria”.
De todas las formas de hacer humor la más mordaz sin duda es la caricatura. Tal vez no la más jocosa, pero sí la más punzante y corrosiva. Para reírme lo que se dice reírme a pecho partido nada como alguna de las películas de los Hermanos Marx, cualquier show de Faemino y Cansado, casi todos los cómics de Mortadelo y Filemón o las hilarantes desdichas con el látex de Henry Wilt. Pero eso de pensar que gracioso y a la vez que hijoputa que ha puesto el dedo en la llaga, así como quien no quiere la cosa, haciendo un chiste con cuatro garabatos mal tirados y un par de frases de las de a degüello, es territorio exclusivo de los viñetistas. Sólo necesitan un dibujo, carente en muchos casos de color y calidad artística, y cuatro palabras bien escogidas para encontrar en la noticia del día lo que cientos de tertulianos televisivos y radiofónicos no consiguen vociferándose unos a otros durante horas. Eso sí, hay que comprar el periódico.
Antonio Fraguas de Pablo. Forges para el mundo, Forges para la Historia. Pero sobre todo Forges para Alcalá de Henares. Por cervantino, por quijotesco, por sanchista y porque así se quiso aquí y él lo agradeció. Su título de Doctor Honoris Causa, su rotonda, su monumento, sus viñetas con Don Quijote y Sancho Panza, cuyas aventuras releía cada dos años, siempre deudo al ingenioso caballero de la triste figura y a su fiel escudero que tanto le sirvieron de inspiración, herramientas de Cervantes para desnudar y reírse del mundo en el que le tocó vivir, como siglos más tarde haría él con sus bocadillos de línea negra, sus personajes carentes de glamour y su vocabulario de la calle. Gentsanta, está stupendo este bocata, que dirían Mariano o Concha a las viejas del pueblo, informáticas catetas y filósofas rurales, probable abuela una de ellas, por qué no, del funcionario metafísico de carácter, valga la redundancia, perezoso o de los hiper fantasiosos náufragos de la isla desierta. Rotulador en mano enfrentándose a molinos de viento y ejércitos de ovejas. Digno hincha confeso y entusiasta del Athletic de Bilbao.
Y, hasta que nos dejó hace unos años, que abandonarnos nunca, director técnico del Instituto Quevedo del Humor. Creado por la Universidad de Alcalá para el estudio, la difusión y la investigación del humor con el fin de “ampliar, transformar y proyectar el humor gráfico en el ámbito académico y universitario”. Único en el mundo en su género, I+D puro y duro. Quien necesita coches voladores o energías renovables teniendo carcajadas, cachondeo y descojone. Y una sala de exposiciones pequeñita, cuca, sin grandes alardes, pero céntrica y gratuita, para justificar resultados. Media horita entre caña y caña, no te pide más de lo que te va a dar. La cara visible de una institución que además de a Forges tiene a Mingote como Presidente Honorífico Perpetuo, por los siglos de los siglos, y a Peridis como Embajador. La santísima trinidad de la caricatura hispánica.
El heredero. Igual es mucho decir, pero tiempo al tiempo. El talento le chorrea, se le cae de los pinceles. Alcalaíno emigrado, tengo entendido que tras unas faldas, por amor o por lujuria, él sabrá, al final casi es lo mismo, habrá mudado su cuerpo y mente al cálido sopor del levante alicantino, pero que ha dejado parte de su corazón en las calles adoquinadas de su cuna complutense nadie lo duda. Aquí le tenemos cada tres por cuatro, que a proporción es más que cada dos por tres. Presentando libros, dando charlas, visitando a amigos o dibujando carteles de ferias. Compañero de carrera, que no de promoción, estudió en el Colegio de Málaga, apellidándose Malagón. Coherencia razonable, el pareado ha sido casual, con tanta lógica y tanta clase estaba claro que iba a acabar dedicándose no sé si a lo que mejor sabe hacer, que de sus demás habilidades me confieso ignorante, pero sí a lo que más nos gusta que haga. Dibujar viñetas. Y es que se le da no bien, lo siguiente. Un alcalaíno con talento, otro más, haciendo mundo, ingenioso cual hidalgo flaco y larguirucho, por ahí sí que no hilamos, trocando la lanza y la espada por el lápiz y el papel.
Anoche tuve una pesadilla. Una pesadilla en forma de viñeta. Tumbada en el suelo sobre mi espalda la caricatura de mi figura levantaba las manos pidiendo clemencia con lágrimas en el rostro y gesto de arrepentimiento. Una lanza oprimía con su afilada punta mi cuello a la altura del gaznate. Al final de la lanza, un brazo. Al final del brazo, un caballero andante, Don Quijote de la Mancha. Irritado, de su boca salía una frase que entre exclamaciones rellenaba el espacio físico de un bocadillo gráfico: ¡Como que sólo cien malandrín! ¡Mil harían falta, tantas o más que las mías para amar a mi señora Dulcinea! Tiene razón, y me temo que si el sabio encantador Frestón no me saca de esta en la siguiente tira soy hombre muerto.
“El humor se tiene o no se tiene
Mingote
y es la manera de ver las cosas con claridad.”
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