Alcalá de Henares es pionera con la transformación de un festival musical de gran formato, con más de 60 grupos y hasta 5 conciertos simultáneos, a las normas de la #CulturaSegura.
En esta pandemia nos hemos acostumbrado a ver como festivales históricos de nuestro país se convierten en ciclos de uno o dos conciertos al día, pasan a ser un pequeño puente de continuidad hacia un 2022 mejor o directamente se aplazan, pero Alcalá de Henares ha sido sin duda una gran excepción a este esquema, siendo pioneros con la programación de 62 conciertos con público el pasado fin de semana en “Alcalá Suena” (www.alcalasuena.es) .
Sobre Noviembre, en mitad de la tercera ola, el Ayuntamiento de Alcalá de Henares junto con la asociación Alcalá es Música, tomaron la valiente decisión de continuar con Alcalá Suena en su calendario, y mantener esta VII edición en el primer fin de semana de Junio, con una idea clara: no sería probablemente el festival que les gustaría hacer con calles rebosantes de gente bailando, pero se realizaría el festival que se pudiera hacer según la normativa sanitaria, marcando como primer objetivo mantener la cultura local viva, intentando, si la normativa de sanidad lo permitía, subir en un mismo fin de semana a 62 grupos a un escenario e intentar huir del streaming. Lo que no sabían es que iban a ser el primer festival en España que lograra un volumen parecido de actividad y que iban a demostrar que, si se pone toda la carne en el asador, la #CulturaSegura no es un hashtag bonito, sino que es una forma de trabajar que puede adaptarse a todos los formatos.
Alcalá Suena es de por sí es un bicho raro dentro de nuestro país; un festival gratuito que se celebra en sus ediciones normales a pie de calle, con un cartel compuesto casi íntegramente por músicos emergentes y noveles en el que han llegado a participar 160 grupos, pero que en sus últimas ediciones se ha encaminado hacia unas 70 bandas que salen de un concurso abierto y se reparten por escenarios en un casco histórico patrimonio de la humanidad. Las bandas consiguen así llenar las calles de público de todo tipo, ya que este festival es una muestra de músicas sin parangón: mezclando clásica, rock, metal, jazz, electrónica, todo en un paseo de 5 minutos por el centro de la ciudad. Pero sin duda algo que lo hace realmente particular es que es un proyecto en el que el al menos el 70% de las bandas que se suban escenario han de ser de la ciudad, y que son los propios músicos alcalaínos los creadores de este proyecto y una parte fundamental de la producción, que, junto con el ayuntamiento, crea el tándem que da forma a una fiesta que junta a unos 30.000 espectadores en 3 días, y que es tras el mercado medieval más grande de Europa, el evento favorito del comercio y hostelería en una ciudad en la que todos los fines de semana pasan cosas.
Alcalá de Henares no solo no ha parado su actividad cultural, sino que ha abierto espacios culturales nuevos, e incluso ha intensificado su programación durante la pandemia, así que ya se tenía rodaje en lo referente a aplicar las medidas de prevención en espacios culturales… Pero Alcalá Suena es un maratón de 3 días y ponía varios retos a batir.
El primer reto sin duda era cuál sería la normativa sanitaria durante el festival. Nadie podía saber este invierno cuáles los aforos, medidas preventivas, horas de finalización, cierres perimetrales, etc. que se iban a aplicar en junio, por lo que hasta el 9 de mayo realmente no se tenían las reglas de una partida en la que, además, el tablero iba cambiando semanalmente. Esto ha llevado a desarrollar un festival con mucho más trabajo de sus técnicos locales, y sobre todo, a conseguir agilizar una burocracia que nunca es sencilla, consiguiendo coordinar 5 escenarios y a 62 bandas en un tiempo récord.
La producción con este esquema no ha sido fácil; se ha intentado minimizar los contactos entre distintas bandas, se requería una cantidad de personal mucho mayor para una cantidad de público menor – aunque nada desdeñable, con más de 6000 entradas reservadas-, y se han tenido que organizar conciertos en pares para simplificar las entradas y salidas de público, lo que ha supuesto hacer instalación técnica y pruebas de sonido en tiempos récord para no mezclar músicos y respetar el horario establecido por las normas sanitarias. Todo eso mientras se tenía que conseguir comunicar que, en un festival en el que lo bonito era la improvisación e ir encontrando propuestas musicales dando un paseo, se cambiaba a tener que planificar mi festival como público y reservar anticipadamente las entradas (gratuitas con 0,25€ de gastos de gestión).
La conclusión tras el fin de semana es clara viendo las caras de alegría de las bandas que hacía 2 años que no se subían a un escenario, la sorpresa y felicidad, como siempre, en el público ante propuestas musicales nuevas para sus oídos pero de gran calidad, o la satisfacción por parte de la organización al conseguir un reto que podría parecer imposible hace unos meses: Es necesario no parar la actividad cultural, y, si este festival ya era absolutamente necesario todos los años para sus músicos e industria local, este año se había convertido en algo más que imprescindible, y ha conseguido reforzar su esquema singular para una edición en 2022 en la que todos y todas esperamos poder volver a bailar en la calle.
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