No hay agua como el agua de mayo para que florezca la primavera en Alcalá de Henares

Cien razones para amarte  XCI

Esta es la Nonagésimo primera entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.

“Hay que unirse, no para estar juntos,
sino por hacer algo juntos.

Juan Donoso Cortés

Una para todos y todas para uno. Y cualquier cosa es posible, incluso derrotar a un Cardenal con delirios de grandeza. Sólo hacen falta muchas manos para conseguir que un inglés que ha subido a una colina baje de una montaña. Y atreverse a entrelazarlas para empujar carretillas cargadas de tierra con la que alzar un montículo hasta las estrellas. Lo del granito de arena de toda la vida, ya me lo decía mi abuela cada vez que me daba, a escondidas, como si fuese algo feo tratar con dinero, “no te lo gastes todo Toñín, echa algo en la hucha”, una moneda de cincuenta pesetas. Podemos cambiar el mundo. Somos muchos más que ellos, millones, no sé por qué les tenemos miedo. Como si pudieran quitarnos más de lo que nos han quitado, como si nos hubieran convencido de que lo que tenemos es gracias a ellos.


No me parecía que había pasado tanto tiempo. Ya diez años. Me lo comentaron unos amigos. Seguro que me lo perdonan, incluso agradecen, pero no voy a decir sus nombres. No voy a decir sus nombres porque no habría que omitir ninguno, y en este breve artículo no hay espacio para tantos. Cientos, y aquí todos contamos, incluso los que menos aportamos. “Estamos montando una asociación, tienes que pasarte”. Eso me comentaron, hace ya más de diez años. No les hice mucho caso, pereza, indolencia, escepticismo, ni siquiera me voy a molestar en poner la excusa del no tenía tiempo para nada. No hizo falta que insistieran, tuvieron la elegancia de no hacerlo. Lo cierto es que tenían la batalla psicológica ganada, machacando el subconsciente a base de publicidad subliminar. No voy a decir que fuera un complot, pero… Cada día, al bajar a por el pan, al girar la esquina, de frente, una enorme cristalera enjaulada y un letrero me recordaban que, aunque en abril no hubiera lluvias mil, no pasaba nada, siempre nos quedaba el Agua de Mayo. Tanto cántaro a la fuente, que con el tiempo me rendí. Bendita derrota.


Porque Agua de Mayo y yo éramos y somos vecinos, de los de puerta con puerta. De los de parece que ha refrescado y ya le va haciendo falta a las paredes una manita de pintura. Pero él en su casa y yo en la mía. Hasta que un día te dice que por que no te pasas el domingo por la tarde con tu mujer y la peque por el bajo izquierda y echamos una partida al dixit o al código secreto mientras nos tomamos una cerveza. Y por qué no, resulta que echas unas risas, este tipo mola, no me lo imaginaba yo así, tenemos muchas cosas en común, aunque ya me jode que no he ganado ni una sola vez. Habrá que repetir, pandemias mediante. “¿Qué tal si te acercas al club de lectura que hemos montado?” Pues sí, me apetece, me apunto, siempre se aprende conversando sobre un buen libro con gente que sabe mucho más que tú, ya sentaré yo cátedra cuando hablemos de uno malo. “También hacemos encuentros filosóficos”. Ahí ya me planto, que la vida no me da para tanto, que el tiempo será relativo, pero en mi caso mundanalmente finito. Yo no sé cómo no te faltan horas para tanto. “Porque no soy yo solo, somos muchos, y aquí hay espacio para todos”. Y para todas, puto lenguaje machista, sale sin querer, interiorizado por siglos de abusivo y meditado patriarcado, ahora que no se me haga nadie el inocente. “Tranquilo, están en ello, a ver si piensas que aquí sólo venimos a divertirnos, vamos a cambiar el mundo. Ellas van a cambiar el mundo”. Un círculo feminista, maravillosas, que se las oiga, mejor aún, que se las escuche, ni una sola muda. Educación paritaria, la plancha y las matemáticas no deberían entender de géneros. Por cierto, hablando de romper con estereotipos sexistas, no me vendría mal aprender a coserme el bajo de un pantalón, a ver para cuando un taller de costura. Llego tarde, cuando yo todavía no lo he pensado, en Agua de Mayo ya lo han hecho.


Pandemias mediante. Se trata de solidaridad, no de caridad. Ni de lejos les damos más de lo que antes les hemos quitado. La gasolina de tu coche, las tres rayitas blancas de tus deportivas y los canales de pago de tu televisor se costean con las guerras, la pobreza y el analfabetismo al otro lado del mundo. No es cuestión de autoflagelarse, pero no seamos hipócritas. Es de cobardes mirar hacia otro lado. En Agua de Mayo nunca lo han hecho. Antes, durante y después de una pandemia que parecía que iba a cambiar el mundo y de la que ya nos hemos olvidado, la vida sigue igual que diría Julio Iglesias, han luchado, actuado, protestado, criticado, condenado y trabajado para conseguir algo que está todavía infinitamente lejos de ser una realidad, pero un poquito más cerca que cuando empezaron. Un mundo justo. Ayudando donde las instituciones públicas se han lavado las manos. Gestionando trámites administrativos a aquellos que no sabían cómo hacerlo, colaborando con organizaciones de auxilio a refugiados, cooperando en recogidas de alimentos, medicinas y ropa, ofreciendo información y asesorando a todo el que lo ha necesitado, peleando por salvar al planeta de ser devorado por la codicia del ser humano, aspirando a un mundo sostenible y arrimando el hombro sin pedir nada a cambio. Sin depender de subvenciones, sin deberle nada a nadie. La independencia te hace libre.


Pintadas racistas y xenófobas en la fachada de la sede de Agua de Mayo. Emblemas nazis y fascistas profanando nuestro hogar común. Símbolos de su vergüenza y de nuestro orgullo, de su miedo y de nuestro coraje. No merecen ni un insulto, ni un pensamiento, ni siquiera de los malos. Ellos mismos se retratan a base de ignorancia y de mentiras. “Abascalitos” que piensan que en el odio está la solución, cuando en realidad es el principal de nuestros problemas. Los derechos humanos no son negociables. Bienvenidos refugiados, aquí siempre encontraréis una mano amiga tan cargada de comprensión como vacía de condescendencia.
Esto es un no parar, ¿también un grupo de consumo? Pues claro. Pero no de cualquier consumo, uno responsable. Productos de proximidad, sanos, frescos y económicos, evitando a los intermediarios y la huella ecológica lo máximo posible. Es necesario, el planeta se nos muere poco a poco. Soy optimista, aún estamos a tiempo, todavía no voy a ponerme en plan apocalíptico. Pero tampoco lo dejemos mucho, que dejar las cosas para el último día casi nunca ha dado buen resultado. Excepto para morirse, en eso no hay manera de equivocarse.


Un último viernes de mes de estos tengo que bajar a probar la comida vegetariana. Igual hasta me atrevo con la vegana. Prometo currarme unas papas arrugás con mojo picón, que no me salen mal del todo. Lo de la danza tribal igual me lo pienso dos veces, por la seguridad de mis caderas y la de los dedos de los pies de los incautos bailarines que se me aproximen. Pero igual me animo, porque lo que importa es que voy a conocer gente. Es más fácil hacer amigos cuando te interesas por los demás que esperando a que los demás se interesen por ti. Pásate a ver una película algún domingo por la tarde, o a participar en un coloquio o una conferencia. No te encierres en casa. En definitiva, esa debería ser la base del ideario de cualquier asociación. Sin los otros no somos nada. Sé cómo el agua de mayo, refresca el mundo, riégalo de alegría, de optimismo, de ganas de vivir. Huye del miedo, busca la aventura. Podría parecer que el camino que hemos recorrido en estos diez años de vida, ya me voy a incluir, que para eso tengo la cuota al corriente de pago, no ha sido muy largo. Que la meta está muy lejos. Pero no es cierto. Porque lo importante no es sólo hacia dónde vas, sino de dónde vienes. Y, sobre todo, quien te acompaña dejando que te apoyes sobre su hombro cuando las piernas no te respondan. De esos, en Agua de Mayo, a montones. La mejor gente de Alcalá de Henares. Feliz cumpleaños. Habrá que celebrarlo.

“Oh, amigo mío no es lo que te quitan lo que cuenta,
sino lo que haces con lo que queda”.

Hubert Humphrey

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