Martirio, tormento. Sombras, luces, muerte y resurrección. TEATRO

La valentía y el amor por el teatro se subieron al escenario del Corral de Comedias, la semana pasada con Martirio, una producción teatral de los Bárbaros Teatro.

Cuando el mundo de la cultura está sufriendo una de las peores etapas de su historia (en cuanto a viabilidad económica), unos valientes: Aarón, Alba y Julio, se lanzan a producir una pieza creada, como ellos mismos nos contaron, entre los tres y a la medida de la calidad interpretativa de Alba Enríquez que “se lanza a las piedras del escenario” a desollar no solo sus rodillas si no también su alma y corazón ante todas las personas que estamos en la sala de teatro.

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fotografía losbarbaros

Una pieza que se creó después las vivencias que nos están enfrentando las etapas de confinamientos, pandemias y ambiente apocalíptico que ninguno de nosotros habría pensado vivir en ninguno de nuestros sueños o más bien pesadillas. Etapas de soledad que nos han puesto en el espejo muchas cosas de nosotros mismos, que no queríamos ver, tanto para las personas que convivimos con otras como las que vivimos esta etapa en soledad. Enfrentarnos con nuestros miedos, sombras, secretos guardados, heridas que tapamos con tiritas para seguir hacia delante sin querer preguntarnos, ¿hacia donde voy? ¿Qué quiero? ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser y quien no?.

En medio de todo esto, se crea, escribe y produce Martirio, una pieza teatral de las que hacen amar el teatro a todas las personas que acudimos como espectadores. Espectadores ávidos de emociones, de sorpresas, de historias, de gestos, de textos, de movimientos, de palabras, de silencios, de ausencias, de luces, de sombras, de escenarios, de todo eso que nos muestra la magia de una pieza teatral cuando se representa ante nosotros. Nada es comparable a la magia y los sentimientos que un espectáculo en directo nos provoca, y en especial el teatro, que une, al lenguaje universal de gestos y la música, (cuando la tiene) el de la palabra para contarnos o transmitirnos.

Es cierto que Martirio llega a sobrecogernos tanto, que la comprensión total del texto no es imprescindible para dejarse emocionar. Así lo pudimos comprobar las que tuvimos la suerte de estar en el encuentro posterior a la representación del viernes día 4 de febrero en el Corral de Comedias, en el que una persona de las que estaba entre el público, y se quedó al encuentro, no hablaba nada de español y apenas lo entendía y aún así estaba emocionado y sobrecogido por la profundidad de los sentimientos que desencadena Martirio. Evidentemente la impresionante interpretación de Alba Enríquez con ese magnífico texto interiorizado y la puesta en escena, son los responsable de que se consiga este milagro.

Martirio es un monólogo de una mujer que está despidiendo a su madre en su tumba. De una mujer que despide nada menos que a Bernarda, de las Alba de Federico. Ella es también un personaje lorquiano pero de “segunda fila”, es la cuarta de las hermanas Alba, con un nombre que no es casual, como el resto de los personajes femeninos de la obra de Lorca (Bernarda significa “con fuerza de oso”) . Martirio está atormentada, martirizada, por tantas cosas: sus miedos, su aspecto físico, la envidia hacia sus hermanas, y sobre todo por el yugo de una madre como Bernarda a la que intenta despedir, enterrar del todo junto con lo que no quiere volver a vivir para dar paso a lo que si quiere vivir a partir de ahora, pero ¿será capaz Martirio, ahora que no está su madre, de saber quien es y lo que quiere? ¿de mirar hacia atrás, enterrar todas sus sombras y empezar a iluminar su camino y ver sus luces?

Quizá durante la hora y cuarto que dura la puesta en escena no nos de las respuestas a las preguntas anteriores, o quizá sí. Quizá ese tiempo siembre en nuestro interior alguna pregunta que estamos intentando acallar, quizá nos sintamos muy próximas a Martirio en algunos momentos, quizá no, pero lo que no cabe duda es que esta Martirio nos revuelve, nos provoca, nos agobia, por ella, por nosotras, por todas esas mujeres que han tenido vidas truncadas simplemente por ser mujeres en tiempos difíciles, muy difíciles para todos, pero sobre todo para las mujeres. La España del 36 en los lugares como el pueblo donde vivían las Alba eran lugares asfixiantes como lo es la casa de Bernarda que es una fortaleza, una prisión para todas las hermanas durante los largos 8 años de luto a las que se les obliga a someterse.

Realmente es una versión totalmente libre de lo que pudo ser la continuación de la historia de una de las hijas de Bernarda Alba, la más fea, la más enfermiza, pero, desgraciadamente, perfectamente creíble para una mujer de su tiempo y vivencias. Un alegato reivindicativo de ese feminismo aplastado y anulado durante décadas en nuestra historia más reciente junto con la parte con la que más nos identificamos que tiene que ver, definitivamente, con esas sombras que todos guardamos.

La pieza cobra su plenitud si consigues, además, ver una representación que tenga encuentro del equipo con el público, porque, aparte de poder compartir o preguntar, comprendemos aún más, la complejidad, el trabajo, el esfuerzo, el amor y la dedicación que este “trío” magnífico ha puesto en esta creación escénica y que, sin duda, cumple lo que pretende, al menos en lo que a ellas les mueve a hacer teatro, ahora solo queda que puedan representarla en muchos teatros y salas de todo nuestro país para que, además puedan dedicar más tiempo a lo que saben y quieren hacer: escribir, dirigir, interpretar y gozar el teatro

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Los bárbaros teatro
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Aaron Lobatos

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