Lo que nunca encontrarás en el fondo de una caja de bombones

Cien razones para amarte LVII

Esta es la Quincuagésimo séptima entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.


Para Rosa. Mi madre. Feliz Cumpleaños

Cien razones para amar. No son necesarias, una debería ser suficiente, y ni siquiera tendría que tener lógica. El amor no pone condiciones, se ama a pesar de o no es amor verdadero. Como Sancho amaba a Don Quijote, aunque estuviera loco, como Inés amaba a Don Juan, aunque fuese la perdición de su alma. El amor no es flor de un día, en realidad nunca se acaba, ni siquiera cuando se termina. Siempre quedan los rescoldos de esa llama que nos consumió en su momento, escondidos en la profundidad de las entrañas. Si no es así no era amor, era otra cosa. Lujuria, interés o conveniencia. El amor es generoso y egoísta al mismo tiempo, busca la felicidad en la felicidad de otros, y encuentra la alegría en la dicha ajena. Y no existe en el mundo un corazón tan frío que no ame algo o a alguien, por muy duro que sea el pecho que lo acoge, porque hasta las rocas reciben el frescor del agua de la lluvia de vez en cuando, y el calor de los rayos de sol cada mañana.

Una pareja entrelaza sus manos tumbados en el césped de la Plaza de San Diego. Miran al cielo protegidos por la sombra de un árbol centenario, espiados por cinco siglos de Historia que les es indiferente porque ahora lo único que importa es ese instante. Se buscan con los ojos, se hallan con los labios, se funden con la piel. Ignoran que están viviendo un momento irrepetible, que no habrá más como ese, al menos entre ellos. Ojalá lo guarden, lo atesoren en su memoria y lo recuerden año tras año cada vez que se besen. Es su primera cita. No existe amor más dulce que el de unos jóvenes enamorados.

Una anciana camina por la Calle Mayor con la pausa que la vida nos regala con el paso de los años. De su brazo, más joven, otra mujer escucha los últimos cotilleos del barrio y las nostálgicas añoranzas del pasado como si fuera la primera vez que las oyese. El parecido de sus rostros delata el más directo de los parentescos. La joven mira a la anciana con ternura, con agradecimiento. Sabe que la deuda que le tiene es de las que no se cobran. Como tampoco ella se la cobrará a su hija. Sangre de su sangre, carne de su carne, vida de su vida. El más puro de todos los amores

Cinco amigos quedan todos los domingos para ir de vinos. Si el tiempo lo permite y las parientas lo consienten. Un verdejo en el Jacinto, un albariño en el Sacromonte, un Colegiata en la Locura. Charla sustancial, de la que abre la mente, alguna pullita sin intención de ofender, y risas de las que animan el espíritu para toda la semana. Poner a parir a las consortes a sabiendas de que se está mintiendo, y hablar mal de los políticos con la certeza de que es cierto. Algo de fútbol y batallitas de la mili. ¡José, llénanos las copas y pon unas anchoas! No hay amor más sincero que el que surge de la amistad. Tú lo eliges, nadie te lo impone, no tiene ataduras ni obligaciones. Un amigo de verdad no estará siempre en los buenos momentos, pero nunca faltará en los malos. Soy afortunado, de esos tengo unos cuantos.

Una niña pasea con su perro por la ribera del Henares. Un perro pasea con su niña por la ribera del Henares. Un perro y una niña pasean juntos por la ribera del Henares. Mejor. Corren, se persiguen, juegan. ¡Lupe, no te vayas tan lejos! Lupe se acerca, orejas puntiagudas, meneando la cola, en busca de caricias. Los dedos de la niña se sumergen bajo la mata de pelo negro de la espalda de Lupe, y ella corresponde pasando su lengua por el rostro de su amiga. Porque son amigas, son familia, nadie es dueño de nadie. Como mucho la más inteligente de las dos tiene una responsabilidad. En este caso está claro, pero no siempre es así. En muchas ocasiones saldría perdiendo el humano. Porque no hay amor más desinteresado que el que te dará tu perro, y a veces no es correspondido como se merece.

Un hombre adulto sentado en una sillita de madera sorbiendo de una tacita de té vacía. A su izquierda una muñeca pepona, a su derecha su niña de cuatro años. Un hombre adulto agarra de la mano a su niña de seis años que llora mientras le curan una herida que el columpio malo le ha hecho en la rodilla. Un hombre adulto disfrazado de princesa huye dando grititos de una desalmada pirata de ocho años que le sigue espada en mano y parche en ojo a la voz de ¡al abordaje! Un hombre adulto ve por enésima vez Buscando a Nemo compartiendo una pizza con su niña de diez años. Un hombre adulto acompaña a su niña de doce años en su primer día de instituto añorando el día que la llevó por primera vez al colegio Cervantes. Un hombre adulto siente que el corazón se le ha roto un poquito porque a su niña de dieciséis años le han dado su primer beso e intuye que pronto dejará de ser el hombre de su vida. Un hombre adulto sabe que cuando sea un anciano le dará igual que su hija tenga ya cincuenta años, porque por mucho que pase el tiempo para él siempre será su niña. Si hay un amor eterno es el que un padre siente por su hija.

Dos hermanos van en bicicleta por el recinto ferial. El más pequeño todavía lleva ruedines en su bici, pero hoy será el último día. Quiere ser tan valiente y rápido como su hermano mayor. Está asustado, le da miedo caerse, pero le aterroriza aún más no ser capaz y decepcionarle. Eso nunca pasará, su hermano le sujetará para que no se caiga, y si ocurre siempre estará ahí para levantarle. Le empujará y le animará para que vaya más rápido, y la primera vez que le gane una carrera se sentirá orgulloso. Nada le hará más feliz que verle alcanzar la meta, todas las metas que se proponga. Porque no hay amor más solidario que el que existe entre dos hermanos.

No vas a encontrar el amor en una caja de bombones, ni en media docena de rosas rojas. Pero no está de más decir “te quiero” el día de San Valentín, ni tampoco los otros 364 días del año. Y demostrarlo. Yo lo intento con Alcalá, y lograré hallar hasta cien razones para probarle que la amo, aunque con una sé que sería más que suficiente para ser correspondido.

El amor no tiene cura, pero es la única medicina para todos los males”

Leonard Cohen

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