Las mejores aventuras siempre comienzan con un cuento antes de dormir

Cien razones para amarte LXXVIII

Esta es la Septuagésimo octava entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.

Para Ana, la “casi guapa” más bonita del mundo.
Nunca dejes de soñar.

No dudé ni un momento que cuento les quería leer. En el mismo instante en que me lo pidieron lo supe, a pesar de que hacía muchos años que lo había leído por última vez y de que ni siquiera estaba seguro de si lo encontraría en alguna estantería de la habitación de mi infancia y juventud en casa de mis padres, olvidado, tal vez cubierto de esa ligera capa de polvo que delata el abandono y le da cierto caché de eternidad al vicio del desuso. Raspajín y el brillo de los ángeles, apareció, con su ligera capa de polvo, entre un volumen recopilatorio de los cuentos de Perrault y una edición ilustrada de El libro de la selva. Charlando amigablemente con John Silver el Largo mientras se tomaban una taza de té con un sombrerero loco y un príncipe azul no muy convencido de querer vivir feliz para siempre con una chica que acababa de conocer y que se había pasado dormida los últimos quince años. Apareció y su simple tacto me trasladó a los años de mi infancia, y al abrirlo y empezar a leer, Raspajín era un raspajo pispajo, seco reseco y renegrido…, deseé no haber crecido nunca, como aquel niño perdido que confundía los besos con dedales y les gritaba a las estrellas que la vida es la mayor de las aventuras.

Un libro sin espacio en las librerías ni en la memoria de mis contemporáneos que durante media hora de un viernes cualquiera fue el protagonista de una clase de tercero de infantil en un colegio de Alcalá de Henares. Un libro olvidado, como su autor, un escritor desconocido, también poeta, que creyó que la literatura infantil y juvenil era la más importante de las literaturas a pesar de dar muy poco prestigio y aun menos dinero. Y tenía razón, es la más importante de las literaturas, porque es la que crea lectores, esculpe personas, forja futuros y, sobre todo, construye soñadores. Yo no sería la misma persona si no hubiese leído ese libro y compartido las aventuras de sus personajes. Y las de tantos y tantos otros, caballeros andantes, piratas con pata de palo o intrépidos forajidos, que escapaban de su cárcel alfabética cada vez que abría los tomos en los que se hallaban prisioneros, logrando que el escritorio sobre el que pasaba las páginas en las que se narraban sus peripecias se trasformara en un mundo infinito plagado de riesgos y peligros inverosímiles. En mi silla de madera, ergonómicamente inadmisible hoy en día, sin necesidad de levantar el pandero, me convertía en coprotagonista de las más asombrosas hazañas. Nada te hará llegar tan lejos como tu imaginación. El lugar donde todos los sueños se hacen realidad.

Mi amiga Charo lo sabe. Perdón, mi amiga Rosa lo sabe. Charo sólo se lo puedo llamar yo. No le gusta, y por eso precisamente lo hago. Sólo los amigos de verdad pueden putearse sin miedo al enfado, porque no hay maldad. Simplemente, ganas de putear. Kosladeña como mi menda, sueña con ser alcalaína, y en ello está, es cuestión de tiempo. Mi añorada Koslada perderá algo de nivel, justo el que va a ganar mi amada Alcalá de Henares. Pero al lío, que me divago. Mi amiga Rosa lo sabe. Sabe que la literatura infantil y juvenil es la más importante de todas. Y lo sabe tan bien que lleva media vida peleando por llevar la lectura a los niños. Es una pelea de las que molan, nada de a cachetazos. A verbo y adjetivo limpio, a derechazos de onomatopeyas, patadas de hipérboles y ganchos de metáforas. Y además es una pelea que ha ganado. Por goleada. Con la dulzura de su voz, el encanto de su sonrisa y el calor de su mirada. Y si hay que disfrazarse de personaje literario, que algo ayuda, pues a ello, que encima tiene un tipazo la muy cabrona y todo le sienta bien. Mi amiga Charo Rosa hace talleres de dinamización en bibliotecas y cursos de planes de fomento de la lectura. A mí me suena más bonito decir que enseña a leer libros, a explorar cuentos y a encontrar la belleza, la de las cosas buenas y la de las cosas malas, en cada párrafo de una historia. Y lo tiene que hacer muy bien, porque en el año 2001 le dieron el Premio Nacional de Fomento a la Lectura, y digo yo que por algo será. Además, escribe. Magia en los dedos, así se titula su libro, y para los de la mente sucia, dejad de buscar en internet, es un cuento precioso que todos los niños deberían leer, o mejor aún, escuchar de los labios de sus abuelos.

Pero es que mi amiga Charo Rosa también hace de jurado en eventos literarios. Y hay uno en concreto, lo sé porque me lo ha contado, del que se siente especialmente orgullosa de haberlo sido en una ocasión. Nuestro premio Cervantes Chico. Y digo nuestro porque se entrega aquí, en Alcalá. El hermano pequeño del Premio Cervantes. ¿No habíais oído hablar de él? Normal. Infravalorado, postergado, arrinconado, casi ignorado, pocos conocerán ya no sólo cuando se otorga, sino a quien se lo han otorgado. Será porque no viene el rey a entregarlo o Joaquín Sabina a recogerlo. O porqué es literatura menor, intrascendente. El triunfo de la pretenciosidad y la grandilocuencia. El esnobismo legislando sobre lo artísticamente correcto. No hay buena ni mala literatura. Hay literatura que te llega o no te llega, que te cala o te deja indiferente. Hay literatura que te cambia. Esa es la buena.

Tal vez debería dársele al Cervantes Chico algo más de visibilidad. Es difícil, lo sé, en una ciudad como Alcalá en el que casi faltan días en el año para todos los eventos de los que disfrutamos. Pero no es un premio cualquiera, sólo hay que ver el listado de ganadores para darse cuenta. Gloria Fuertes, Elvira Lindo, Jordi Sierra y Fabra, Santiago García Clairac, César Mallorquí, Care Santos… Para muestra un botón, casi nada. Aunque echo de menos a algún escritor de cómics o tebeos, por ponerle un pequeño pero a la cosa. Tal vez Ibáñez. Cuantos no habremos crecido leyendo las historietas de Mortadelo y Filemón o subiendo piso a piso, viñeta a viñeta, en el número 13 de la Rue del Percebe, precursora plagiada de la muy mediática serie televisiva Aquí no hay quien viva. Pero es que en el Cervantes Chico no sólo se premia a autores reconociendo su obra y sus méritos literarios. También se galardona a alumnos de centros educativos que se distinguen por sus valores humanos y actitudes de colaboración y esfuerzo. Ganadores desconocidos y anónimos excepto para familiares y amigos. Motivos de orgullo parentales. Yo conozco a una. Ana, mi anita, mi “casi guapa”. No sé si todos los premios son merecidos. Hay algún balón de oro por ahí que no sé yo. Pero este lo fue seguro, el más merecido que jamás se ha dado. Sólo hay que conocerla para saber que esta es una verdad como un templo. Porque hay tantos motivos para quererla como los hay para amar a Alcalá de Henares. Tal vez incluso más.

Sabes por qué las golondrinas anidan en los aleros de las casas?
Es para escuchar cuentos.”
Peter Pan

James Matthew Barrie

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