Cien razones para amarte LXII
Esta es la Sexagésimo segunda entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.
Hubo un ciclista italiano en los años 90 del pasado siglo que llegó a ganar un Giro de Italia y un par de campeonatos del mundo. Tenía muchísima clase, sin duda uno de los mejores de su época. Pero nunca ganó un Tour de Francia. Subió al pódium en varias ocasiones, pero nunca lo ganó. Los que en aquellos años nos pasábamos las sobremesas del mes de julio frente al televisor viendo a la serpiente multicolor subir a golpe de pedal el Col du Tourmalet o el Alpe D´Huez recordamos su nombre. Al menos los que conseguíamos no dormirnos. ¡Llamadme sádico, pero como me molaba ver sufrir a otros desde el sofá! Quizá algún aficionado actual al ciclismo también se acuerde de él. Pero nadie más sabrá de quien estoy hablando. Se llamaba Gianni Bugno. Y siempre fue el eterno segundón olvidado que pedaleaba un poquito más despacio que Miguel Induráin. A este sí le conocemos todos. Hasta los que no han montado en su vida en una bicicleta. Si Indurain no hubiese existido, o se hubiera dedicado a, por ejemplo, ganadero de berberechos o sexador de pollos, Bugno habría ganado probablemente dos o tres tours de Francia. Y entonces casi todos recordaríamos su nombre. La sombra de Miguelón era muy alargada. Como la de Cervantes.
“Amor hace sutil a quien es hombre rudo;
convierte en elocuente al que antes era mudo,
quien antes fue cobarde, después todo lo pudo;
al perezoso obliga a ser presto y agudo.”El Libro del Buen Amor
Me sentí un poco avergonzado cuando me enteré de que el Arcipreste de Hita había nacido en Alcalá de Henares. De mí mismo por no saberlo, y de Alcalá por no recordármelo. El autor de El libro del buen amor, una de las obras cumbre de la literatura medieval española, de obligada lectura en mi época de estudiante de instituto, y todavía hoy 30 años después en la de mi hija, era vástago natural de esta ciudad y no había ninguna calle, plaza, edificio o estatua que me lo recordara. Ningún acto cultural, celebración o efeméride institucional que rememorara su origen complutense. Al menos que yo supiera. Y si lo hay, que probablemente, lo cierto es que pasa bastante desapercibido. La sublime sombra de Cervantes es muy alargada.
“Lloro tu rigurosa despedida,
Estancias
Cuyo rigor terrible mi alma siente,
Y mil males, que encubro desusados:
Llorad sin descansar, ojos cansados.”
Ni una calle. Lo digo en serio. ¿Qué no me creéis? Buscarlo en Google Maps. Yo lo he hecho y nada. Soldado, diplomático, poeta y alcalaíno, Francisco de Figueroa, que no Lope, que a ese sí, sin ser de aquí, le han puesto toda una avenida estilo isabelina, nació en nuestra ciudad allá por el año 1530, que ya sé que ha pasado mucho tiempo, pero no es excusa. Y no sólo eso, sino que tuvo la cortesía de venir a morir también aquí, en el año 1588, como buen hijo de su ciudad natal. Y no porque siempre le hubiese pillado al lado, que hombre de mundo como pocos. Recorrió media Europa y estudió en Italia, hablando el italiano tan perfectamente que parte de su obra la escribió en ese idioma. Obra que casi desaparece, porque tan petrarquista y garcilasiano él, queriendo imitar a Virgilio, mandó quemarla toda poco antes de morir. Por suerte no le hicieron mucho caso. Paisano y amigo de Cervantes, Figueroa aparece en La Galatea representado en el pastor Tirsi, y aunque no llegara a ser un Garcilaso o un Manrique, digo yo que un poquito de atención si que le podríamos prestar, aunque sea por cordialidad entre vecinos. La eclipsante sombra de Cervantes es demasiado alargada.
“Ocho días se detuvieron los españoles en Xacazingo;
Historia de la conquista de México
esperando a sus mensajeros, cuya tardanza
se tenía ya por novedad considerable.”
Antonio de Solís nació un 18 de julio de 1610. ¿Dónde? ¿A que no te lo imaginas? Pues sí, aquí, en Alcalá de Henares. Pero ya ves, tampoco tiene una calle con su nombre en su ciudad natal. Curiosamente sí la tiene en nuestra vecina Torrejón de Ardoz, como si se quedaran con las sobras. Pero de sobras nada. Dramaturgo al estilo calderoniano, poeta, traductor y cronista de Indias, fue asiduo funcionario en la corte de Felipe IV, y llegó a tener cierta trascendencia, hasta el punto de que alguien, de forma anónima, tímido él, le dedicó una biografía. A pesar de no haber estado nunca en América escribió una Historia de la conquista de México basándose en los escritos de Hernán Cortés, López de Gómara y Bernal Díaz del Castillo, lo que ahora llamaríamos un refrito, o, en la mayoría de los casos, una tesis doctoral. Autor teatral de éxito en su época, nada más y nada menos que el Siglo de Oro, aquí no recuerdo que se haya representado nunca alguna de sus obras en el Teatro Cervantes o en el Corral de Comedias. La asombrosa sombra de Cervantes es excesivamente alargada.
“Repaso fotos hoy de muy antaño
Metafísica recreativa
y se me van clavando en lo más blando
y duradero del sentir:
ésta sí, aquélla también,
hacen saltar las cuentas
de mi amargo rosario”
Parece que los siglos XVIII y XIX no le fueron muy propicios a Alcalá de Henares. Tenemos que saltar al XX para encontrar alguna figura nacida en Alcalá que tenga cierta relevancia dentro del mundo de la literatura. Seguramente el más importante, aunque curiosamente menos obvio, fue Manuel Azaña. Su faceta literaria quedó eclipsada por la trascendencia de su filiación política, a pesar de que ganó el Premio Nacional de Literatura en 1926 y de que su Fresdeval, nombre inventado tras el que se oculta en realidad Alcalá de Henares, debería ser de recomendada lectura para todos los alcalaínos. Pero si hay un autor, no, autor no, un poeta que me fascina es Salustiano Masó. Nativo complutense casi centenario no puedo presumir de conocer su obra más que de por algunos poemas sueltos, pero me fascina su vida, con tantos paralelismos con la de mi idolatrado Miguel Hernández, cuyo premio, el que se creó en honor del vate de Orihuela, ganó por su libro Así es Babilonia. Tras la guerra civil el pasado republicano de su familia le pasó factura, y tuvo que subsistir como peón de albañil o conserje, trabajos dignos como el que más, pero difíciles de compaginar con su creatividad poética. Tampoco tiene su calle. Esta vez no creo que sea culpa de la alargada sombra de Cervantes. Tal vez estén esperando a que pase la Parca. Ojalá que tarde mucho. En este país ya se sabe, si no te mueres no eres nadie.
“Eres un buen momento para nacerme de este brazo.
Ancla plateada
Para nacerme de las rodillas.
Para nacerme:
nunca del vientre,
sí del tatuaje plateado.”
El siglo XXI es el de las mujeres. Debería serlo. Empoderamiento. Me encanta esta palabra, suena a fuerza, a reivindicación, a libertad. Por mucho que en boca de algunos encuentre un tono despectivo. En el fondo no es más que miedo. Miedo y complejos. Luna Miguel lo sabe. Y no se lo calla, lo expresa en sus poemas, en su novela, en su teatro, en sus ensayos. Lo ladra. A ésta me parece que va a costar que le pongan una calle, aunque sólo hayan pasado apenas 30 años desde que naciera en Alcalá de Henares. Y no va a tener nada que ver que la sombra de Cervantes sea tan alargada.
Tus poetas, tus dramaturgos, tus novelistas. Una razón para amarte que también es un reproche. Una ciudad que vive de su pasado no puede permitirse complacerse en el olvido. Siempre debe haber un lugar en la memoria para quienes se lo han ganado. No es excusa que la refrescante sombra de Cervantes sea tan desmesuradamente alargada. A veces, Alcalá, fría amante, eres muy ingrata. Y sin embargo, no puedo evitarlo, te quiero.
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