Mujeres Infinitas por Maribel Domínguez
Dolors Aleu ( Barcelona 1857-1913)
Hemos crecido viendo como personas del género femenino ejercen profesiones. Si echamos la vista atrás, no siempre fue así. Y si tiramos de documentación, nos encontramos con esta mujer, Dolors Aleu , la primera en ejercer medicina y tener su propia consulta. Poco se sabe de esta barcelonesa. Todos sus escritos y textos desaparecieron después de su muerte. Lo poco que sabemos de su historia es gracias a algunas fotos y cartas de sus hijos, la documentación que se guarda en la Universidad de Barcelona o alguna carta del catedrático que la animó a doctorarse.
Nació en el seno de una familia pudiente. Su padre era un alto funcionario policial que siempre apoyó a su hija en “ese extraño deseo de estudiar medicina”. No fue fácil. El padre aceptó, pero debía de ir acompañada a la universidad por dos escoltas. Comenzó sus estudios en el año 1874. Se dice que alguna pedrada recibió. Aun así, concluyó su carrera con cinco premios de excepción y excelentes notas. Sin embargo, el Ministerio de Educación le denegó la solicitud de presentarse a los exámenes para obtener el título de médico cirujano al año siguiente de finalizar sus estudios. No se explicaban que no fuese un hombre. Tremendo.

En 1882 llega la autorización para el examen de cirujano. Se examina y lo obtiene. Inmediatamente después se matricula para presentar su tesis doctoral, apoyada por el catedrático Joan Giné. El tema elegido es un verdadero desafío, teniendo en cuenta que se estaba jugando el doctorado por ello. Aun así, sigue adelante. Elige la tesis “De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer”. Un texto valiente, apasionado, revolucionario, a favor de la equidad. En él se pueden leer ideas como estas: “Hemos sumido sus músculos en la inacción; hemos apagado el fuego de su inteligencia; hemos extremado su sensibilidad física; hemos fanatizado sus sentimientos; la hemos segregado del comercio social; hémosla despojado de todo derecho político; la hemos encerrado en el hogar; la hemos desposeído de aptitudes para el trabajo y la hemos incapacitado para ganarse el sustento, inutilizándola para vivir sin tutela…”.
En 1882 contrae matrimonio con un agente de bolsa. Con él tiene dos hijos varones, Camil y Joan. Abre posteriormente una consulta médica y una academia de artes y oficios para chicas, cerrando esta última dos años después. En su consulta médica atiende a prostitutas, madres solteras y mujeres pobres del barrio chino. Su hijo mayor, Camil, sigue sus pasos y estudia medicina. Hizo prácticas en un hospital y se contagió de tuberculosis. A los pocos días muere, con 23 años, sin que su madre pudiera hacer nada por él.

Dolors no superó nunca esta desgracia. Padeció lo que hoy catalogaríamos como una gran depresión por esta pérdida que la llevó a dejarlo todo. Ojalá hubiera tenido el apoyo psicológico o asesoramiento que, en estos casos, tenemos hoy en día. Le hubieran ayudado a paliar, en la medida de lo posible, este gran sufrimiento. No volvió a pasar consulta y se encerró en casa. Dos años después muere, en 1913. Su marido, Camil, por razones que se desconocen, quema todas sus pertenencias, motivo por el que desgraciadamente no han llegado a nuestros días más trabajos suyos.
Junto a Dolors Aleu otras dos mujeres consiguieron licenciarse en medicina. Martina Castells , que murió de una complicación del embarazo poco después de obtener la licenciatura, y Elena Maseras , que, mientras esperaba a que autorizaran su solicitud, cursó magisterio y ejerció de maestra hasta su muerte. Estos dos casos demuestran que nunca las mujeres lo tuvieron fácil a la hora de ejercer una carrera profesional. Años de estudio, para no ejercer, a pesar de licenciarse en medicina. Reflexionemos sobre cuántas mujeres se habrán quedado en el camino o ni siquiera, teniendo capacidades, lo intentaron.
Admiro a Dolors. Y también, como en las vidas de otras muchas mujeres, al apoyo que recibió por parte de su padre, y la admiración y respeto mostrados por parte del catedrático, Joan Giné, que la animó a seguir adelante con su tesis. Y como no, el arrojo y valentía que tuvo, para dedicarse a lo que realmente deseaba. Tristemente, la vida le deparó un golpe irreversible, la muerte de su hijo mayor, que le llevó a que su carrera cesara y su posterior muerte.