Cien razones para amarte XXXVIII
Esta es la trigésima octava entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.
“La música es un arma en la guerra contra la infelicidad”
Jason Mraz
Un ya no tan joven poeta callejero abraza su guitarra como si del cuerpo de su amada se tratara. Sus curvas perfiladas coquetean con los sueños nunca renunciados de un romántico juglar que a fuerza de caricia apasionada arranca de sus cuerdas las ardientes notas que acompañan y dan sentido a sus palabras, a su voz, a su vida entera. Un banco en la calle Libreros sirve de escenario improvisado para que florezca la magia de la música pese a la apatía de paseantes y transeúntes que desdeñan el sombrero-monedero alejándose unos pasos y desviando la mirada como si se sintieran avergonzados de su indiferencia. “No importa, no lo hago por vosotros, es por mí, por lo que me pide el corazón, por lo que me brota del alma”. No todos le ignoran. Unos niños tiran de las manos de sus padres y les obligan a acercarse como si hipnotizados por el flautista de Hamelin fuesen incapaces de escapar del hechizo embrujador de un La Menor y un Fa Sostenido, de la voz de un no tan joven poeta callejero que derrama palabras de amor a ritmo de bolero. Es armonía, es música, es magia. Esa magia en la que los niños creen, en la que algunos adultos todavía queremos creer
El Canon de Pachelbel inunda la calle Mayor de violín y violonchelo. Músicos de conservatorio que no se resignan a tocar sin público, que se niegan a esconder su virtuosismo fruto de años de trabajo, que no quieren ser simples figurantes en bodas de alto copete o cenas de ricos pomposos en mansiones de obscenas dimensiones. El arte es del pueblo, aunque no sepa apreciarlo, aunque prefiera la caña de cerveza, el pincho de tortilla y el partido por la tele. Es suyo, aunque no lo quiera. Apenas una docena de viandantes se detienen a escuchar como los instrumentos de cuerda susurran fusas y corcheas en Re Mayor, como mandan los cánones, mientras cientos abarrotan las terrazas de los bares. La funda del violín se llena de monedas, las menos de un euro, y con suerte de algún billete de cinco. Quizá esa noche la cena sea algo mejor que un bocadillo de panceta o un trozo de pizza, tal vez llegue incluso para pagar el viaje de vuelta a casa. Yo me detengo, y mientras mis sentidos se deleitan con los bellos sonidos que nacen fruto del roce del arco con la cuerda, no puedo evitar pensar que al fin, después de tanto tiempo, vuelve a sonar la música en las calles de mi ciudad.
Durante muchos meses, demasiados, las calles del centro de Alcalá han enmudecido. Los teatros y locales han llenado sus aforos con silencio y ausencia. Poco a poco, a fuerza de espacio entre butacas y de mascarilla y PCR, vuelven a abrir sus puertas y alzar sus telones. Y Alcalá Suena también regresa, entre paredes, bajo techo, algo es algo. No se celebrará en las calles y plazas de nuestra ciudad como en ediciones anteriores, pero la música aun encerrada en hormigón sigue siendo música. No podremos saltar a ritmo de ska en la Plaza Cervantes, ni bailar un rock&roll en la Plaza del Palacio. El jazz improvisado no inundará con sus notas a contratiempo el aire de la Plaza de los Irlandeses, ni el blues nos pondrá melancólicos en la Puerta de Madrid. No menearemos la cabeza de arriba abajo a fuerza de metal en la Plaza de los Santos Niños, y el folk no nos trasladará a otros mundos en la Plaza San Diego. ¡Cómo echo de menos brincar, sudar, agitarme, pisar y que me pisen, cantar, gritar, berrear o lo que sea que yo hago cuando intento entonar una canción! Necesito liberar adrenalina, necesito música en directo, la de verdad, la que incita al descontrol, a la sensualidad, a la insensatez. Me temo que la de no poder levantar el culo del asiento y mirar a un lado y ver la butaca vacía no me va a valer. Pero lo intentaré. Alcalá Suena ha vuelto, y no pienso perdérmelo. Este año de tranqui, pero el próximo, no sé vosotros, yo no voy a parar hasta perder el control. Así que permitidme un consejo: danzad, danzad, malditos, que el ritmo agite vuestras caderas y la alegría inunde vuestros cuerpos.
“Todo en el Universo tiene ritmo, todo baila”
Maya Angelou
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