El día en que el rencor murió a manos de un poeta

Cien razones para amarte XXXII

Esta es la trigésima segunda entrega de la serie de artículos CIEN RAZONES PARA AMARTE sobre Alcalá de Henares con que nos deleita nuestro colaborador Antonio Lera sobre las cien razones que le han llevado a amar esta ciudad.

¿Qué hubiera pasado si…? Todos, en alguna ocasión, cuando nos hemos cuestionado si nuestra vida es realmente la que queremos, echamos la vista atrás y nos hacemos esa pregunta. Oportunidades perdidas, caminos abandonados, decisiones erróneas o caprichos del destino. Siempre encontramos una excusa y pocas veces una responsabilidad. Por mi parte sé que no siempre he acertado en mis elecciones, muchas veces por falta de valor y de osadía, otras porque las circunstancias que me rodeaban pesaban más que mis propios deseos. Pero no me quejo, he tenido suerte. Lo que poseo compensa con creces lo que me falta.

Pero ese “no” de última hora, cuando las maletas, más cargadas de ilusión que de ropa, ya estaban casi preparadas… Ha perdurado como una espina clavada en mi corazón durante más de 2 décadas. Joven e iluso veía en una beca de lector de español en la Universidad de Lisboa otorgada por el Instituto Cervantes la oportunidad soñada de poder dar continuidad a mi vida universitaria una vez terminada una carrera con pocas, siendo generoso, expectativas de futuro. Ser portavoz de la cultura y la lengua españolas, toma ya, como para no estar en una nube. Y encima en una ciudad tan fascinante como Lisboa, acompañado de Jesús, también becado, camarada de estudios, compinche de correrías y calaveradas, pareja de mus y de pacharanes de día de graduación, y padrino consorte en bodas inesperadas. Sueños truncados porque a alguien le pareció a escasos días de convertirnos en emigrantes que dos menesterosos licenciados en Historia no iban a estar a la altura de tan insigne, por propósito y por nombre que no por trayectoria y biografía, institución.

instituto Cervantes

Así que compuesto y sin novia me quedé sin beca, sin Lisboa y con unas maletas que vaciar de ropa y cargar de rabia y frustración. Y con la promesa de no volver a entrar al Colegio del Rey, sede física en Alcalá de mi desde entonces archienemigo organismo, como no fuera para prenderle fuego. Y como si pasáis por el número 23 de la calle Libreros vais a ver que el edificio sigue en pie y en perfectas condiciones, pues podréis deducir de ello que por mi mano no ha ardido y que si soy un hombre de palabra mis pies no han vuelto a pisar sus vetustas estancias. Y eso que mira que es atractivo el mamonazo, no tanto por su belleza, que la tiene, como por su historia. Fundado por Felipe II en 1551 para estudios teológicos, jurídicos y canónicos tuvo inquilinos tan ilustres como el humanista Ambrosio de Morales, el “traidor” Antonio Pérez o el más canalla de todos los literatos, Francisco de Quevedo. Y su creación fue sobre todo una forma de desagraviar a la Universidad de Alcalá que había sido duramente castigada, quitándole dineritos, que es lo que duele, por Carlos V por su clara inclinación comunera, que sí, que ahora suena a rebelión y a libertad, pero que en realidad fue una revuelta reaccionaria que trataba de defender los derechos de una nobleza todavía medieval frente a los nuevos vientos llegados de Europa. Que no lo digo yo, que lo dice Geoffrey Parker. Lo que es la Historia, patriotismo y progreso casi siempre a la gresca.

instituto cervantes 2

Pero mira por donde que van y organizan una exposición sobre Miguel Hernández. Y ahí me han pillado, y me trago mi orgullo, y ya no hay dignidad que valga ni soberbia que la sostenga. Y tengo que ir, y voy, y me emociono, y tengo ganas de reír, y de llorar, y de amar, y de cantar, y de todas las primeras, segundas y terceras conjugaciones y cuartas si las hubiera. Porque Miguel es mi poeta. Juglar de utopías y trovador de libertades. La voluntad hecha hombre, el pastor de cabras que quería tocar las estrellas, y que nunca se rindió cuando otros, que lo desdeñaban por ser pueblo, huían de una guerra que siempre vieron de lejos. Pero Miguel no. De su llanto de hortelano brotaron nanas y cebollas, y su voz fue para la libertad el viento del pueblo. Y nadie jamás silenciará con ausencias sus canciones y romances, porque mientras el rayo no cese siempre habrá un canto de lucha y esperanza, su canto, el que no pudieron acallar, el que suena y por siempre seguirá sonando, a pesar de que a fuerza de ignominia y de chantaje estéril lo murieran

Ahora, con el paso de los años y esa madurez que te da la edad para comprender lo que realmente importa, sé que el rencor casi siempre te daña más a ti que a quien se lo tienes, y que lo fácil es echar la culpa a los demás de nuestros fracasos mientras nos atribuimos en exclusiva el mérito de nuestros éxitos. Yo en 25 años no había vuelto a entrar en el Colegio del Rey. Pensaba que la traición debía pagarse con desprecio e indiferencia. Pero lo cierto es que la apatía es la recompensa del desdén, cuando no el desinterés, y pensar que en el Instituto Cervantes iban a tener constancia ya no solo de mi rencor, sino ni tan siquiera de mi existencia, sin duda ha sido un acto de vanidad del que ni yo mismo, con toda mi grandeza, soy digno meritorio. Y tuvo que venir un poeta a liberarme, a montonera de palabras y a paletadas de versos. A fin de cuentas, esa es la sublime labor de los grandes bardos. Regalarnos la luz. Y a mí Miguel Hernández, trovador de almas y pasiones, siempre me la ha regalado, escondida en cada rima, oculta en cada estrofa. Como esta nueva razón, que por despecho tenía olvidada, para amar Alcalá de Henares. También a él se la debo.

Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor.

Pablo Neruda

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